lunes, 29 de enero de 2018

El beso de Klimt


Se enamoran de un cuadro.
Un bellísimo cuadro  que lleva un largo siglo en los museos.
Viena, primera década del siglo de las sombras:

secesión en las artes, oropel y erotismo.
Gustav Klimt, el artista que amaba a las mujeres.

Poquísimas han visto la obra original.
Pero eso no importa, se enamoran de copias.
Decorativas copias, simbólicos deseos,
altares que presiden las alcobas
de los enamorados del presente.

Sus abuelas colgaron crucifijos
(para toda la vida).
Sus madres, el jardín de las delicias
(hasta el confuso día del divorcio).
Ellas, un beso eterno
aunque la eternidad dure un suspiro.

La lámina dorada brilla sobre los tálamos,
los jóvenes amantes
la miran y se besan como príncipes.
Ven lo que necesitan
para alcanzar el fondo de la dicha:
La lluvia de oro, el eco de mil constelaciones,
la pradera de flores, los mantos que los cubren
y los rostros unidos por el beso infinito.

(Que en la obra elegida él domine la escena
y ella cierre los ojos postrada de rodillas
al pie de un precipicio,
son detalles que no tendrán en cuenta.)

Viena, primera década del siglo de las sombras
y cien años más tarde:
traslaciones continuas, secesiones forzosas,
deslealtades urgentes, acosos y despidos,
mochilas y muchachas con el ombligo al aire
y algún privilegiado que siempre está esperando
un cambio de destino…

Bajo este panorama de tiempos velocísimos,
de carretera y pésimos augurios,
las jóvenes parejas del siglo XXI
siguen en el intento:
construyendo el amor al borde del abismo.

¿Quién teme a Thelma & Louise?
Mónica Doña.
Ed. Renacimiento (2017)


Nacemos. Y el nacimiento supone un impacto sensorial, un aterrizaje forzoso, un golpe contra la vida consciente en un lugar determinado y determinante. Pero hay más factores. La herencia genética y el fluir oculto del inconsciente familiar, con sus escasas bondades y con sus casi irresolubles traumas. Arrojados pues, a la corriente incierta de la historia, nos vemos arrastrados –en la actualidad río abajo- , y zarandeados por ella, sentimos la zozobra de una sociedad sonámbula, pero también severa. Y si a todas estas circunstancias le añadimos la sensación de desamparo que produce viajar a gran velocidad sobre una ínfima bola incandescente como efecto de una colosal explosión primera, podemos advertir lo difícil que resulta escapar de los condicionantes que hacen de la vida, a veces, una guerra que se libra dentro de uno mismo.

Pienso ahora en todos esos niños que fuimos, y pienso especialmente en Trump y en Kim Jong-un, y me pregunto qué clase de niños serían, a qué clase de peligros se enfrentaron en su infancia, y qué conflictos quedaron sin resolver para haber llegado a ser lo que son hoy, un par de púberes descerebrados de cuya paz depende el mundo. Qué miedo. Qué vértigo al ver que sus guerras interiores se están convirtiendo en una guerra planetaria. Vivimos, como dice Mónica Doña, la autora del estupendo poema de esta semana, en un mundo de malos augurios y, al parecer, por ahora están lejos de disiparse. En fin, mientras tanto, al menos en este espacio, y para refugiarnos del tremendo temporal, seguiremos leyendo poesía.

Mañana celebramos El Día Escolar de la No-violencia y la Paz, un día muy importante que hemos decidido ensalzar con un beso, quizá con el beso más conocido de la historia del Arte y de la historia de la humanidad, sin contar el de Judas, claro; pero ese es otro tema. El beso, como es natural, es el beso de Gustav Klimt, y lo vamos a hacer a con este poema de la poeta jienense Mónica Doña.

Es verdad que ha sido una obra reproducida hasta la saciedad, y a veces da la sensación de que ha perdido brillo, aunque su luz y su color sean tan espectaculares. Pero nosotros vamos a intentar poner la atención en el gesto de los amantes, en su infinita ternura expresada a través del rostro de la mujer justo en el momento en que va a romperse el beso del hombre sobre su mejilla, y en la posición viva de sus manos por cuyos dedos fluye la delicadeza, la suavidad, el cariño, el amor.  ¿Para qué sirve el lujo que los rodea? Quedémonos con ese gesto y reproduzcámoslo con frecuencia. Ama, ama y expande el alma nos dice la bonita canción de Extremoduro que hemos elegido esta semana. Sigamos construyendo el amor aunque estemos al borde del abismo.


Gurb


 

BIOGRAFÍA

Mónica Doña