Se enamoran de un cuadro.
Un bellísimo cuadro que lleva un
largo siglo en los museos.
Viena, primera década del siglo de las sombras:
Viena, primera década del siglo de las sombras:
secesión en las artes, oropel y erotismo.
Gustav Klimt, el artista que amaba a las mujeres.
Poquísimas han visto la obra original.
Pero eso no importa, se enamoran de copias.
Decorativas copias, simbólicos deseos,
altares que presiden las alcobas
de los enamorados del presente.
Sus abuelas colgaron crucifijos
(para toda la vida).
Sus madres, el jardín de las delicias
(hasta el confuso día del divorcio).
Ellas, un beso eterno
aunque la eternidad dure un suspiro.
La lámina dorada brilla sobre los tálamos,
los jóvenes amantes
la miran y se besan como príncipes.
Ven lo que necesitan
para alcanzar el fondo de la dicha:
La lluvia de oro, el eco de mil constelaciones,
la pradera de flores, los mantos que los cubren
y los rostros unidos por el beso infinito.
(Que en la obra elegida él domine la escena
y ella cierre los ojos postrada de rodillas
al pie de un precipicio,
son detalles que no tendrán en cuenta.)
Viena, primera década del siglo de las sombras
y cien años más tarde:
traslaciones continuas, secesiones forzosas,
deslealtades urgentes, acosos y despidos,
mochilas y muchachas con el ombligo al aire
y algún privilegiado que siempre está esperando
un cambio de destino…
Bajo este panorama de tiempos velocísimos,
de carretera y pésimos augurios,
las jóvenes parejas del siglo XXI
siguen en el intento:
construyendo el amor al borde del abismo.
¿Quién
teme a Thelma & Louise?
Mónica Doña.
Ed.
Renacimiento (2017)
Nacemos. Y el nacimiento supone un impacto sensorial, un aterrizaje
forzoso, un golpe contra la vida consciente en un lugar determinado y
determinante. Pero hay más factores. La herencia genética y el fluir oculto del
inconsciente familiar, con sus escasas bondades y con sus casi irresolubles
traumas. Arrojados pues, a la corriente incierta de la historia, nos vemos
arrastrados –en la actualidad río abajo- , y zarandeados por ella, sentimos la
zozobra de una sociedad sonámbula, pero también severa. Y si a todas estas
circunstancias le añadimos la sensación de desamparo que produce viajar a gran
velocidad sobre una ínfima bola incandescente como efecto de una colosal
explosión primera, podemos advertir lo difícil que resulta escapar de los
condicionantes que hacen de la vida, a veces, una guerra que se libra dentro de
uno mismo.
Pienso ahora en todos esos niños que fuimos, y pienso
especialmente en Trump y en Kim Jong-un, y me pregunto qué
clase de niños serían, a qué clase de peligros se enfrentaron en su infancia, y
qué conflictos quedaron sin resolver para haber llegado a ser lo que son hoy,
un par de púberes descerebrados de cuya paz depende el mundo. Qué miedo. Qué vértigo
al ver que sus guerras interiores se están convirtiendo en una guerra
planetaria. Vivimos, como dice Mónica
Doña, la autora del estupendo poema de esta semana, en un mundo de malos
augurios y, al parecer, por ahora están lejos de disiparse. En fin, mientras
tanto, al menos en este espacio, y para refugiarnos del tremendo temporal,
seguiremos leyendo poesía.
Mañana celebramos El Día Escolar de la No-violencia y la Paz, un
día muy importante que hemos decidido ensalzar con un beso, quizá con el beso
más conocido de la historia del Arte y de la historia de la humanidad, sin
contar el de Judas, claro; pero ese es otro tema. El beso, como es natural, es
el beso de Gustav Klimt, y lo vamos
a hacer a con este poema de la poeta jienense Mónica Doña.
Es verdad que ha sido una obra reproducida hasta la
saciedad, y a veces da la sensación de que ha perdido brillo, aunque su luz y
su color sean tan espectaculares. Pero nosotros vamos a intentar poner la
atención en el gesto de los amantes, en su infinita ternura expresada a través
del rostro de la mujer justo en el momento en que va a romperse el beso del
hombre sobre su mejilla, y en la posición viva de sus manos por cuyos dedos
fluye la delicadeza, la suavidad, el cariño, el amor. ¿Para qué sirve el lujo que los rodea?
Quedémonos con ese gesto y reproduzcámoslo con frecuencia. Ama, ama y expande el alma nos dice la bonita canción de Extremoduro que hemos elegido esta
semana. Sigamos construyendo el amor
aunque estemos al borde del abismo.
Gurb
BIOGRAFÍA
Mónica Doña