La pelota escapa con la poca elegancia
de una cabeza decapitada; rompe
con leyes de quietud y buenos modales.
Pudiera ser un domingo, por la tarde
con calles vacías y silencio de pájaros.
Pudiera ser en cualquier parte,
en cualquier tiempo, efeméride patria
y/o circo romano.
Pero sólo fue
en un lugar y un momento. La cosa es
que el salto está todavía en el aire,
en el extremo exhausto de un músculo
contraído por una guerra y una derrota.
En el sexto minuto nació,
de un empatado segundo tiempo.
Y en la ovación callada, Maradona
por encima del Inglés se eleva.
Después fue otro día, apenas salió el sol
y se habló de la trampa y hasta de dios.
México, junio de 1986
de una cabeza decapitada; rompe
con leyes de quietud y buenos modales.
Pudiera ser un domingo, por la tarde
con calles vacías y silencio de pájaros.
Pudiera ser en cualquier parte,
en cualquier tiempo, efeméride patria
y/o circo romano.
Pero sólo fue
en un lugar y un momento. La cosa es
que el salto está todavía en el aire,
en el extremo exhausto de un músculo
contraído por una guerra y una derrota.
En el sexto minuto nació,
de un empatado segundo tiempo.
Y en la ovación callada, Maradona
por encima del Inglés se eleva.
Después fue otro día, apenas salió el sol
y se habló de la trampa y hasta de dios.
México, junio de 1986
Osvaldo Picardo
Un balón envenenado
Antología Luis García Montero y Jesús García Sánchez
Ed. Visor (2012)
…cerca de él Diego Armando Maradona. Está
entre dos. Vean cómo le marcan. Y la habilidad del argentino. Empieza a cambiar
la velocidad. Va entre dos. Abre para la
pared…Valdano…MARADOOONAAAAAAAAAAAAAAAA... …GOOOOOOOOOOOOOOLLLL…
Corría el minuto 6 de la segunda parte cuando
Maradona guiaba la pelota sorteando a la defensa inglesa. Al no encontrar
espacios, se la cedió a su compañero, Jorge Valdano, que se hallaba a su
derecha. El delantero madridista optó por devolvérsela para evitar así la
presión del centrocampista Steve Hodge, quien tras un intento fallido de
despejar el balón provocó que este saliera disparado hacia atrás, en donde se
encontraba Maradona, listo para encarar al guardameta Peter Shilton. El capitán
de Argentina saltó junto al portero de Southampton, 20 centímetros más alto que
él, y extendió su brazo izquierdo, impactando con su mano el esférico con toda
la intencionalidad del mundo y enviándolo al fondo de la red inglesa. Al final
del partido, el capitán de Argentina reconocería en un acto de jeta proverbial que
había marcado “un poco con la cabeza y un poco con la Mano de Dios”.
Aquel
22 de junio de 1986, con un
calor asfixiante y bajo la atenta mirada de 115.000 hinchas en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, el ‘Pelusa’ batió a
la selección de Inglaterra (2-1) en cuartos de final del Mundial, primero con
ayuda de la ya mítica ‘Mano de Dios’ y después con el ‘Gol del Siglo’, el mejor
que se recuerda en un Mundial de fútbol. Ambos goles se fijarían de manera indeleble en el imaginario colectivo de
varias generaciones de aficionados a lo largo y ancho del planeta.
El poema de esta semana, extraído de la
estupenda antología que hemos citado más arriba, da cuenta de la fructífera
relación existente entre fútbol y poesía a lo largo de la historia. En esta
ocasión lo han elegido mis alumnos, que a la vez me han ayudado con este
comentario y también a realizar esta entrada. Les doy las gracias desde aquí. Su
motivación ha sido también la mía. Con mi falta de afición, mis prejuicios y
mis nulos conocimientos, me hubiera resultado imposible. Aunque debo reconocer
que me lo he pasado muy bien en clase leyendo distintos textos y debatiendo con
ellos cuál podría ser más interesante. Finalmente nos decidimos por La
mano de dios, ya que cuenta un hecho histórico insólito que muchos años
después seguro que sigue llamando la atención de muchos aficionados.
Mi experiencia con La mano de dios ha sido un tanto peculiar. Yo no conocía la jugada
o no la recordaba. Primero la imaginé a través de los versos del poema para
después buscar en youtube y verla, y
así le he dado varias vueltas; de manera que las imágenes y los versos del
poema se han imbricado de tal manera que cuando estoy viendo el vídeo pienso en
los versos, y cuando leo el poema mi imaginación se va directamente a las
imágenes del partido. En fin, una experiencia lectora y visual de
enriquecimiento mutuo que me ha gustado más allá de mi falta de afición al
balompié. El poema me parece un buen poema. A mitad de camino entre una crónica
del partido y una reflexión poética sobre el mismo, consigue congelar realmente
la imagen de la suspensión entre los dos jugadores en un combate que para
Argentina, especialmente, era más que un partido, porque la sombra de la guerra
de las Malvinas unos años antes se cernía aún de alguna manera sobre el estadio
Azteca, y el propio poeta nos lo recuerda: en el
extremo exhausto de un músculo/contraído por una guerra y una derrota.
Una conocidísima canción de Andrés Calamaro
a su colega Maradona completa la entrada de esta semana, que, sin pretenderlo,
se ha convertido en un homenaje a la literatura, el fútbol y la música
argentina, algo que nos hace muy felices, pues la deuda es enorme; ese intercambio
cultural nos seguirá enriqueciendo mutuamente a través de infinitos caminos de
ida y vuelta. Después de todo, vivimos bajo una misma bandera muy antigua a la
que llamamos Castellano. Un saludo, hermanos.
Fran Gomariz, alumno de 4º ESO y Gurb